Mi nombre es Ángela, y tengo 19 años de edad. Soy madre de una niña de un año y tres meses a quien lacté desde que nació, y aún continúo lactando. Desde el inicio de mi embarazo, comencé a investigar sobre qué tenía que hacer y cómo debía de prepararme después de que llegara mi bebé. Busqué ayuda de consejeras en el Módulo Anexo Materno Infantil (MAMI) y ahí encontré a Vivian quien, como educadora del MAMI, me recomendó y orientó sobre la lactancia materna.
Después del parto tenía leche, pero al día siguiente tenía mucho más, parecía una vaquita lechera. Todo esto no se quedó ahí. A los dos meses comencé a preocuparme, ya que yo estudiaba en la mañana, adicional a esto era una chica menor de edad y no sabía cómo dejaría la leche a mi bebé, ya que estaría fuera por seis horas seguidas. Yo me había propuesto darle el seno y solo el seno, así que empecé a buscar información y traté de hacer un banquito de leche, pero no pude porque la nevera de mi casa no funcionaba y ahí comencé a entrar en depresión. Pensaba rendirme porque fue muy frustrante para mí, pero busque otras opciones y encontré una manera; ordeñándome todas las mañanas a las 5AM con la mano. Al comienzo solo sacaba dos onzas para seis horas, lo cual era insuficiente. Me puse súper mal y triste. Luego supe que mientras más lactaba a mi bebé más leche tenía, y fue subiendo cada día aunque no tenía extractor. De esta manera pude llegar hasta los seis mees. El estar en un grupo de lactancia me permitió recibir orientación para hacer todo este proceso, hasta que mi bebé cumplió el año, con la esperanza de llegar hasta los dos años. Para poder llegar ahí no fue fácil, lloré, me decían que no iba a poder, me desesperaba mucho, pero seguí. No me detuve.
Solo puedo decirles que muchos dirían que no, pero “querer es poder” y si yo pude, ustedes también. Sea la más joven o la más adulta, la lactancia es algo hermoso y asegura la salud futura de tu bebé.